martes, 12 de septiembre de 2006

LA REJA. (Pepita Tomás)

LA REJA.
Quando tiraron la casa no me emocioné siquiera. El progreso es el progreso y había que hacerla nueva. Yo recordaba aquel patio, cuajadito de macetas, con sus arcos y columnas
y su paredón con hiedra; sus barcones señoriales y aquella vieja escalera de madera carcomída que llevaba a la azotea. Todo estaba en los escombros; pero, al ver aquella reja, la que daba a la otra calle justo aliado de la puerta, algo se quebró en mi pecho; y mirándola con pena quise habermela llevado sin que nadie lo supiera. y la recordé, ¿tu no? Vi mis veinte primavera ... a ti, llegar sonriendo y en los ojos dos estrellas. Tus manos, morenas, fuertes, aferradas a la verja acariciando las mías como palomas inciertas; y en los hierros, ¡cuantos besos, ilusiones y promesas ... ! aquella reja fue algo que nos unió con más fuerza. Si alguna noche hacía frío, me apretabas con tibieza. Ella estaba entre nosotros y ni nos dábamos cuenta. Se fundía en el calor de nuestras almas sedientas. Si estábamos enfadados, ella era la barrera que ponía punto final a todas nuestras querellas. Alguna lágrima mía en sus barrotes muriera, y más de un suspiro tuyo en sus hierros se hizo queja. Por eso cuando la vi igual que una cosa muerta, entre cascotes y escombros, sentí dolor y verguenza. ¡No era como las otras! ¡esa era nuestra reja! Fojadas con nuestros besos, con caricias y promesas testigo de un amor puro, silenciosa, firme, férrea. ¡No era como las otras! ¡¡Esa era nuestra reja!!